sábado, 23 de julio de 2011

XVII etapa, de Mohedas de la Jara a Cabañas del Castillo.

100,04 Km, 1658 km en total. Después de despedirnos de nuestra "amatxo" Pepa, comenzamos a subir el puerto de San Vicente, puerto (807m) y pueblo de Pepa. La verdad es que con lo fácil que fue subirlo nos extrañó que tuviera cartel, pero ya que lo tenía pues,... foto al canto. Ahí comenzaba la puerta natural de la ruta de las Villuercas y la vega del Guadiana. Primero bajamos hasta el río Guadarranque y teníamos que pasar también por el río Guadalupe; y ya se sabe que entre Gua y Gua..."sierra que te crió". Alé!, a subir hasta el Estrecho de la Peña y luego al sube y baja. Antes de llegar a Guadalupe, nuestra primera parada, pasamos por Alía. Desde ahí se divisan cuatro provincias, Ciudad Real, Toledo, Cáceres y Badajoz. Por fin llegamos a Guadalupe, llevábamos dos días rodeándola y ya estábamos ahí.  Teníamos curiosidad por conocerla porque todo el mundo nos había hablado muy bien de ella. Sólo sabíamos que tenía un santuario con la virgen de Guadalupe al que la gente peregrinaba. Lo primero que nos encontramos fue el mercadillo, que dejaba un pasillo tan estrecho que casi no pasamos. Ahí hice realidad un sueño que tenía estos días...comer sandía. Como son tan grandes no habíamos podido comprar porque luego había que llevarla en el tandem, pero la frutera me la regaló y no podía decir que no. Eso si, Dieguito me avisó...ya te la puedes comer hoy mismo. Como soy muy obediente empecé a devorarla, pero sólo la mitad. Luego, de camino al santuario, nos ocurrió algo muy gracioso. Una señora, con acento argentino, nos dijo:
 Señora: - Oh, qué bonito, en bici de dos!
Diego y Ana: -Siiii...
Señora: -Y de dónde venís?
Diego y Ana: -de Navarra.
Señora: -Ohhhh!!!!(mucha admiración), ¡qué devoción a la virgen! (yo entendí a la bici que también tiene sentido).
La pobre se pensó que veníamos desde Navarra para ver a la virgen de Guadalupe. Lo mejor vino después cuando entramos a ver el santuario y Diego, se acercó tanto a la verja que, al girar la cabeza, se pegó un golpe en la ceja y soltó , en el mejor navarrico, ¡me cagüen Dios!. Para haberlo grabado...casi me muero de la risa. Con mucha guasa continuamos la ruta camino de Cañamero, pasando por el desfiladero del río Ruecas. Hacía un calor de muerte y nos costaba mucho pedalear (la culpa de la media sandía que pesaba mucho), así que cuando vimos las piscinas municipales del pueblo no lo dudamos...¡al agua! Luego nos enteramos que un poco más adelante había una piscina natural, otra vez será. Con mucha pereza y muy empachada de haberme comido la otra mitad de la sandía (ya no como en un mes), retomamos el viaje con un poquito menos de calor. Nos esperaban dos puerto seguidos hasta nuestro destino final, Cabañas del Castillo. Una vez que cogimos el ritmo y la sandía me dió una tregua, no nos costó mucho llegar al puerto de Berzocana (910m). Este empalmaba directamente con el siguiente, el Collado del Mazo (1061m), pero el problema era que la carretera estaba cortada por obras. Pero como buenos cabezotas que teníamos que ir por ahí, pues ¡ala!, que sea los que la virgen de Guadalupe quiera. Pues se ve que quería porque nos encontramos con una carretera asfaltada a la que sólo le faltaba pintar alguna raya y poner algún quitamiedos. ¡Qué maravilla!, la carretera para nosotros sólos, o casi, y unas vistas impresionantes de las Villuercas. Llegamos sin problemas hasta el desvío de Cabañas del Castillo y comenzamos a subir. Desde ahí vi a un pastor que no nos dejaba de mirar, ahora lo entiendo. No estaba admirando nuestra elegancia de pedaleo, sino que alucinaba porque, metros más tarde, la carretera estaba levantada por obras. Menudos 4 Km de tensión y con el culo arriba para no cargar la rueda trasera. Enseguida divisamos el pueblo. El castillo está  en lo alto de la roca y el pueblo justo debajo. Por el desnivel que estábamos haciendo el final se preveía duro. Más bien durísimo, 1 Km al 15%, lo mejor para terminar la jornada. Por lo menos tuvimos la gran suerte de encontrar a Maite que nos alojó en su apartamento rural. "El nido de la Collalba" resultó ser un lugar encantador, con unas vistas al valle del río Almonte privilegiadas. Es un pueblo de 23 habitantes cuyo bar, en la plaza, es una máquina de refrescos. Estábamos de foto, Diego y yo tomando una cervecita en la plaza del pueblo... Maite nos recomendó que subiéramos al castillo o por lo menos hasta el collado, porque estaba anocheciendo, para disfrutar de las vistas. ¡Cómo que hasta el collado!, después de 100 Km, hasta el castillo, hombre! Terminamos bajando de noche (si ya lo sabía yo) pero mereció la pena, ¡menuda puesta de sol! Ya os habreís imaginado que restaurante para cenar no había, pero Maite nos trajo todo lo que tenía para que pudiéramos cenar y desayunar. Casi nos alegramos de que no hubiera, porque nos trajo tomatitos de su huerta (lechuga no pudo porque se las había comido una oveja descarriada), huevos recién cogidos, aceite de sus olivos, pan hecho por ella, queso de cabra de las Villuercas...¡qué lujo, qué más se puede pedir! Cenamos romanticamente en aquel nidito de amor y a dormir. Al día siguiente no tuvimos ninguna prisa por marcharnos, el lugar nos había atrapado...
 

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